Tómate un descanso || Ari Goldfield

Estos días, cuando leo las noticias sobre la pandemia, encuentro alentador sentir la humanidad de le autore. Sentir su autenticidad hace mucho más fácil digerir lo que dice. Hace que todo sea más real y reconocible.

Con este espíritu, me gustaría ser totalmente real con vosotres en este artículo. Espero que eso nos conecte en nuestra autenticidad, en nuestra comprensión de la gravedad de este momento y en cómo podemos abrirnos paso en esta pandemia todes juntes.

Hay un mantra especial que recito estos días, que me ayuda mucho y que quiero recomendaros:

«Esto es una p*** mierda».

Esto es una p*** mierda. Dilo para ti, respira hondo llevando el aire a la tripa y deja que tu cuerpo se relaje en esta verdad. Luego vuelve a recitar el mantra, respira y relájate.

Tómate un descanso. Durante esta pandemia, el mundo exterior está lleno de presión. Apenas nos está permitido salir y, cuando salimos, debemos soportar la pesada y horrorosa antinaturalidad de considerar a los demás seres humanos una amenaza para nosotres, y a nosotres, una amenaza para nuestres hermanes. Esto es una mierda. Esto es una p*** mierda.

Pero no perdamos la esperanza, pues hay algo que sí podemos hacer: podemos relajar nuestra lucha contra la verdad de la situación. Nuestra respuesta habitual a una época como esta es intentar dar un paso adelante y enfrentarnos al desafío. Y en muchos aspectos es lo que tenemos que hacer. El único problema es que, ante un desafío como este, no tenemos forma de «arreglarlo», de corregirlo. Lo que podemos hacer es darnos permiso para abandonar esa lucha.

Y, en lugar de luchar, podemos dar espacio a nuestros sentimientos: ansiedad, frustración, tristeza, agotamiento… lo que sea. Podemos acoger nuestros sentimientos en un amplio espacio de consciencia amorosa. Podemos dar cabida a nuestra humanidad.

Afloja tu autocrítica. No puedes arreglarlo; no puedes corregirlo, así que deja de flagelarte por no poder hacerlo. Respira. Simplemente respira y permítete relajarte.

Todos nuestros puntos de referencia (o al menos la mayoría de ellos) sobre el futuro se han trastocado totalmente. Esto ha hecho que el hemisferio izquierdo del cerebro —la parte analítica de nuestra mente, enfocada en el futuro, la que resuelve problemas— haya perdido los papeles. No puede manejar tanta incertidumbre a la vez y enloquece. Como consecuencia, sentimos un montón de ansiedad.

Podemos responder quedándonos sencillamente en el presente y sentir los beneficios de eso. Respirar; bajar hasta el cuerpo; sentir. El hemisferio derecho de tu cerebro está esperándote con amor, serenidad y fortaleza.

Esto es porque el hemisferio derecho está conectado con la experiencia directa de lo que está pasando realmente en este preciso momento. Y aquí, en el presente, las cosas están bien, de hecho. Nuestros ojos funcionan, igual que nuestros oídos, la nariz, la lengua y el cuerpo. Compruébalo. Permítete disfrutar unos instantes de su percepción sensorial pura. Sobre todo, invita a tu cuerpo a sentir las sensaciones físicas puras que sientes realmente en este momento. Estás bien, así que inspira llevando el aire a tu cuerpo y date la bienvenida allí con amor y comprensión. Recuerda: esto es una p*** mierda.

¿Decir el mantra te ha hecho sonreír?

Otra cosa: en épocas de estrés extremo, es una necesidad humana natural sentir el deseo de ser consolade y tranquilizade por alguien más grande, más sabie y más poderose que como nos sentimos nosotres. En otras palabras, cuando te sientes heche polvo, es totalmente comprensible que quieras llorar y llamar a tu madre. Esa es una gran razón por la que, en una época como esta, la gente recurre más de lo habitual a sustancias como drogas, alcohol o «comida reconfortante».

No seré yo quien te lo reproche si las estás usando con moderación. Y siempre me ha encantado lo que cuentan de Churchill que, durante la II Guerra Mundial, empezaba las mañanas con un baño y una botella de champán.

Pero hay algo más que me gustaría animaros a hacer: la oración.

Rezad a quien os sintáis inclinados a rezar. Puede ser Dios. Puede ser una deidad budista como Tara. Pueden ser tus mentores, tus héroes o tus antepasades. O simplemente el corazón puro del universo: una inmensidad de consciencia imbuida de amor. Para eso, te dejo aquí una plegaria que he compuesto titulada Khyen No, que en tibetano significa ‘conóceme’.

Conóceme. Conoce mi corazón como solo tú puedes conocerlo.
Inmensidad, amante, madre, amigue,
te siento en el contacto visual, en los sonidos humanos, en el tacto y el abrazo,
me abro a tu calidez en el espacio más puro.
Estás excepcionalmente viva, trascendentalmente viva.
Cuando tu cálido y tierno amor entra en mí y se mezcla con mis entrañas,
mi corazón frío, asustado, ansioso se abre
y dejamos de ser dos.

Os deseo lo mejor. Seguiré escribiendo más adelante. Hasta entonces, si lo necesitas, contáctame.

Texto orginal en inglés: Give Yourself a Break.

 

Desde enero de 2013 traduzco del inglés al español textos sobre budismo y los publico en este blog. En septiembre de 2015 abrí mi segundo blog para traducir y publicar otros textos, incluso algunos textos propios. Mi intención es seguir haciéndolo como hasta ahora, gratuitamente. Si te ha sido útil lo que has leído y quieres invitarme a un café, puedes hacerlo aquí 🙂 ¡Gracias!

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Lo que no necesitas cambiar. Primera parte: la fortaleza || Ari Goldfield

Muy a menudo la vida parece una lucha. Cuando es así, cuando nos sentimos tristes, con ansiedad o abrumades, resulta útil recordar las descripciones del budismo de lo que, en realidad, no necesitamos cambiar, no necesitamos arreglar, no necesitamos mejorar. Y, sobre todo: lo que no tenemos que cambiar es mucho más importante que lo que sí. Recordar esto nos ayuda a relajarnos y a sentirnos más en paz.

El continuo sublime, un texto budista compuesto hace 1.500 años, explica que todes y cada une de nosotres tenemos una conciencia dotada de tres cualidades inherentes: fortaleza, amor y sabiduría. Esto significa que estas tres cualidades están siempre presentes dentro de ti, siempre accesibles, en cada momento de tu vida.

Hoy vamos a centrarnos en tu fortaleza. La fortaleza natural de tu conciencia es la capacidad inherente de tener cualquier emoción que puedas experimentar sin que esta te destruya o te debilite siquiera.

Es una idea radical: ninguna emoción, por intensa que sea, puede hacerte daño.

Por el contrario: tus emociones son como olas en el océano de tu conciencia. Las emociones surgen y cesan. A veces son gigantescas. A veces chocan entre ellas. Pero todo eso ocurre en el vasto océano de tu mente. Y, del mismo modo que las olas no pueden destruir el océano, las emociones no pueden destruir tu mente.

¿Qué pasa, entonces, cuando las emociones nos parecen abrumadoras? En esas ocasiones, la idea de que la conciencia es como un océano de fortaleza parece muy lejana y es fácil sentirse impotente, atascade y deprimide. Yo he estado allí. Pasar por esas temporadas es duro y es realmente útil buscar ayuda. Y puedes conseguirlo gracias a tu fortaleza inherente. De hecho, sí tienes el poder de tener todas tus experiencias difíciles. Tienes espacio para todo tu miedo. Tu conciencia es fuerte y no se va a romper nunca. Puedes confiar en esto. Siempre serás lo bastante fuerte como para tener un poco de espacio entre tu emoción y tu consciencia de esa emoción.

¿Cómo poner en práctica eso? Cuando tengas una emoción fuerte, respira profunda y plenamente, y di para ti: «Estoy enfadade» o «estoy ansiose». Luego respira, descansa y repite; respira, descansa y repite. Ahora estás habitando la espaciosidad que te está dando tu fortaleza inherente .Sientes un espacio mucho más tranquilo y claro que cuando vives con miedo de tu experiencia emocional. Puede que solo seas capaz de descansar en ese espacio un instante cada vez, pero puedes seguir volviendo a él. Y cada vez que lo hagas, te sentirás más fuerte y más capaz de tener una relación anclada y sensata con tus emociones.

De este modo, conectar con la fortaleza inherente de tu mente reduce el nivel de tu percepción de la amenaza. Dejas de ver lo que ocurre en tu experiencia como algo que puede destruirte. Empiezas a sentirte más segure de ti misme. Y tu experiencia se vuelve más lúdica; en lugar de sentir pavor de ella, se convierte en algo que te produce curiosidad e interés. Este es el principio de una nueva relación con tus emociones, algo que exploraré en las siguientes partes de esta serie, dedicadas al amor y a la sabiduría inherentes.

¡Pronto la segunda parte!

Texto original en inglés: What You Don’t Need to Change: Part 1 Strength.

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Cuidarte con amor: una meditación guiada || Ari Goldfield

Todas las personas necesitamos sentirnos amadas. Sentirnos amadas nos consuela, nos calma y nos ayuda a sentirnos protegidas y conectadas. Nutre nuestra capacidad para crecer y desarrollarnos física, mental y emocionalmente. Nos infunde la confianza necesaria para implicarnos en el mundo de un modo más valiente e incondicional. Y hace que nos sintamos felices y que nuestra vida tenga sentido. Todo esto es lo que el afamado psicoanalista británico del siglo XX John Bowlby llamaba la base segura que nos da el sentirnos personas amadas. Los años de investigación internacional de Bowlby lo llevaron a la conclusión de que nuestra necesidad de amor es tan fundamental como nuestra necesidad de comida, de ropa y de cobijo.

¿Cómo podemos obtener el amor que necesitamos? Es evidente que podemos dar y recibir amor en nuestras relaciones con las demás personas. Pero lo que es también importante saber es que podemos darnos amor a nosotros mismos. Ambas fuentes de amor son necesarias y, en conjunto, contribuyen a mantener nuestro equilibrio y nuestra salud.

Voy a describir aquí una forma de darte amor: una práctica de meditación para cuidarte con calidez, ternura y bondad. Puedes hacerlo durante cinco o diez minutos, o todo el tiempo que quieras. Y, si te gusta, puedes hacerlo de forma periódica. Personalmente, es mi práctica de meditación principal.

Pulsa aquí para oír la meditación guiada de Ari en español

Siéntate en un cojín de meditación o en una silla firme y cómoda. Puedes tener los ojos abiertos o cerrarlos. Haz algunas respiraciones profundas, con suavidad, llevando el aire al vientre. Permítete sentir que tu cuerpo entra en contacto con la Tierra: la sensación de los pies en el suelo, la de las nalgas y las piernas en el cojín o en la silla. Deja que esas sensaciones te hagan tomar tierra. Invita a los hombros a que se relajen, invita a la mandíbula a que se relaje, invita a la consciencia a que se relaje y se asiente. Tómate todo el tiempo que necesites en esta primera parte.

Cuando estés preparada, lleva suavemente la atención a lo que siente tu corazón. Si notas tirantez o incomodidad, no pasa nada: sigue respirando y dale a esa sensación espacio para que sea, sin tener la necesidad de intentar cambiarla. Hazlo durante varias respiraciones.

Ahora recuerda una experiencia de amor. Puede ser con una persona o con una mascota muy querida. Puede ser un recuerdo de dar amor, de recibirlo o de ambas cosas. Deja que la calidez de ese amor crezca poco a poco en tu corazón. Siente que esa calidez irradia poco a poco desde tu corazón y se propaga por todo el cuerpo. Al respirar, sigue llevando el aire al vientre y siente que la calidez de tu corazón lleno de amor toca todas las partes de tu cuerpo, como el fuego de una mañana de invierno llena tu habitación de reconfortante calor. A medida que vayas sintiendo las partes del cuerpo envueltas en una aceptación cálida y tierna, mira a ver si puedes dejar que se relajen.

Invita a las sensaciones que tengas —sea miedo, soledad, tristeza o cualquier otra cosa— a que entren en este espacio de amor, bondadoso y tierno. Invita a tus sensaciones a que disfruten del cálido resplandor del amor. Y si hay alguna parte de ti que no quiere aceptar esa invitación, no pasa nada: dale espacio, sin más, para que sea como necesita ser en este momento.

Cuando tu mente divague —como nos pasa a todas—, invita sencillamente a tu atención a que vuelva a tu recuerdo de amor, a que vuelva a la cálida sensación de amor en el corazón. Al final de la meditación, deja que la mente repose unos instantes sin ningún punto de referencia.

Espero que disfrutes de esta meditación. Si tienes alguna pregunta o comentario sobre ella, no dudes en contactar conmigo.

Texto original en inglés: «Caring for Yourself with Love: A Guided Meditation», publicado en CredibleMind el 25.11.2019.

Desde enero de 2013 traduzco del inglés al español textos sobre budismo y los publico en este blog. En septiembre de 2015 abrí mi segundo blog para traducir y publicar otros textos, incluso algunos textos propios. Mi intención es seguir haciéndolo como hasta ahora, gratuitamente. Si te ha sido útil lo que has leído y quieres invitarme a un café, puedes hacerlo aquí 🙂 ¡Gracias!

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La naturaleza búdica: eres perfecto tal como eres || Yongey Mingyur Rinpoché

Ilustración de Pascal Lemaître

El mundo moderno se ha encaprichado con la práctica de la meditación. Meditadores y meditadoras sonrientes adornan las portadas de las revistas. Los directores ejecutivos llevan la meditación a los centros de trabajo. Incluso enseñamos a niños y niñas a meditar en la escuela. Viendo todas las imágenes y oyendo las historias, sería fácil creer que el propósito de la meditación es sentarse sin más en una determinada postura siguiendo una determinada técnica.

Pero el auténtico poder de la meditación no está en el método, sino en cambiar nuestra perspectiva. En el budismo mahayana, lo llamamos «la visión». La visión no es una técnica: es cómo nos vemos y cómo nos relacionamos con nuestros propios pensamientos y emociones. Sin un cambio en nuestra visión, hasta las técnicas de meditación más poderosas solo servirán para reforzar viejos patrones y hábitos.

La visión esencial de la naturaleza búdica es tan profunda como simple: eres perfecto, tal como eres, en este mismo instante.

El problema de esta visión es que no nos parece real. Al centrarnos en las negatividades que ocultan nuestra naturaleza búdica, parece que no podemos experimentarla para nosotros mismos.

Yo no podía.

Crecí en medio de los Himalayas, justo a los pies del Manaslu, la octava montaña más alta del mundo. Mi familia estaba repleta de grandes meditadores y yo mismo fui reconocido como un lama reencarnado, lo que en el Tíbet se conoce como tulku, cuando apenas tenía unos años. Nací en un cuento de hadas.

Pero eso era solo en la superficie.

A pesar del precioso entorno en el que crecí y de la cariñosa familia y los ejemplos espirituales de los que estaba rodeado, mis primeros años estuvieron llenos de ansiedad. Tenía siete años cuando empecé a tener ataques de pánico. El pánico me siguió como una sombra durante la mayor parte de mi infancia.

Esto fue, más o menos, en la misma época en que empecé a oír hablar de la naturaleza búdica. Mi padre, un famoso maestro de dzogchen, me habló de la visión de la naturaleza búdica, pero yo no creía en ella. Por lo menos, no creía que fuera verdad en mi caso. Mi realidad era el miedo y el pánico; la naturaleza búdica sonaba solo como una fantasía. Era la experiencia de otra persona, no la mía.

Cuando aprendí a meditar, esperaba que la meditación me ayudara a librarme de todos mis fallos y defectos. Todas las personas que conocía parecían muy tranquilas y confiadas, pero yo estaba lleno de ansiedad. La meditación me atraía porque imaginaba un yo nuevo, mejorado. Un yo sin miedo ni ansiedad. Que no fuera tan sensible ni se abrumase fácilmente.

Intenté una y otra vez meditar para alcanzar la libertad. La meditación se convirtió en mi arma en la batalla contra mi propia mente. Pero no funcionaba. A veces mi mente estaba tranquila y el pánico parecía desaparecer, pero luego resurgía con más fuerza aún y la poca confianza que hubiera ganado se desvanecía como la bruma.

El gran avance llegó cuando por fin me rendí. Llevaba tanto tiempo luchando contra mis emociones, con tan poco éxito, que por fin me permití considerar una nueva posibilidad: quizá no podía arreglar nada de mí, pero no porque fuera básicamente defectuoso, sino porque no estaba estropeado.

Así que dejé de jugar al juego de siempre y empecé uno nuevo. En lugar de luchar contra mi pánico y  de apartar mis pensamientos de temor y mis expectativas llenas de ansiedad, dejé que entraran. No me centré en ellos, pero tampoco los ignoré. Abandoné todo el «hacer» y, por fin, me di permiso para simplemente «ser».

Me gustaría decir que aquí fue cuando la Tierra tembló y las nubes se abrieron, pero, al principio, abandonar el impulso de estar siempre «haciendo» algo fue incómodo y raro. Mis impulsos no desaparecieron, pero dejé que vinieran y se fueran sin ir detrás de ellos; ni siquiera del impulso de «meditar». No meditaba siquiera. Estaba allí sin más.

Era algo muy simple y ordinario, pero fue un cambio radical: dejé de intentar ganar el juego de siempre.

En este momento de dejar ir, empecé a darme cuenta de que no había entendido nada de la meditación. En mi búsqueda sin fin para mejorar el instante presente, me estaba cegando a lo que ya estaba y siempre está allí: la naturaleza búdica. Nuestra perfección inherente. Nuestra auténtica naturaleza.

Como demuestra mi experiencia, abandonar la visión de que somos básicamente defectuosos no es fácil. Recibimos muchos mensajes en nuestra vida cotidiana que nos dicen todo lo contrario. No somos lo bastante listos, lo bastante guapos o lo bastante exitosos. Si pudiéramos trabajar más duro, comer más sano o estar un poco menos estresados, entonces tal vez, solo tal vez, nos sentiríamos por fin bien.

La premisa básica de todos estos mensajes es que no somos lo bastante buenos y quizá no lo seamos nunca. No importa lo que logremos en la vida, cuál sea nuestra apariencia o lo alto que subamos en la escalera del éxito. Siempre falta algo.

Si no cuestionamos esta premisa, la meditación puede convertirse fácilmente en una forma sutil de agresión. Puede que consigamos calmar las aguas turbulentas de la mente unos instantes fugaces, pero acabaremos reforzando el viejo hábito de ver solamente nuestros defectos. Igual que todo lo demás en la vida, por mucho que hagamos y por más que lo intentemos, siempre habrá otra colina que subir. No hay forma de ganar este juego.

La naturaleza búdica no es un modo de jugar mejor al mismo juego de siempre. Es un juego totalmente distinto. El principio de la naturaleza búdica nos invita a explorar nuestra experiencia de una forma nueva: no para corregir lo que está mal, sino para darnos cuenta de que siempre ha estado bien.

Nuestra consciencia fluida

Una de las primeras cualidades de la naturaleza búdica que me enseñaron mis maestros fue la consciencia. La consciencia es como un hilo que recorre todas las experiencias que tenemos. Nuestros pensamientos y emociones están cambiando constantemente. Nuestras reacciones y percepciones van y vienen. Pero, a pesar de estos cambios, la consciencia está siempre presente. Está abierta de par en par y todo tiene cabida en ella, como en el cielo; es inconmensurablemente profunda y vasta como el océano, y estable y perdurable como una enorme montaña.

La consciencia no es mejor cuando tenemos un pensamiento inspirado o una emoción sublime. No es peor cuando estamos totalmente neuróticos. La consciencia simplemente es. No es algo que hacemos. Es quiénes somos.

Puesto que la consciencia está siempre allí, lo único que tenemos que hacer es reconocerla. No tenemos que mejorarla; no podríamos hacerlo aunque lo intentásemos.

Lo más difícil de la consciencia es que está tan cerca que no la vemos. Es tan corriente que no creemos en ella. No es más que un conocer, una presencia fluida.

¿Quién está leyendo esto ahora mismo? ¿Quién está teniendo esta experiencia? Es la consciencia. Esta consciencia es quien eres ahora mismo, en este justo instante.

Hagamos una breve práctica para experimentar esta consciencia fluida:

Antes de seguir leyendo, haz una breve pausa.

Abandona el hacer por un instante y permítete ser.

No medites en la respiración… respira sin más.

No medites en el sonido… escucha sin más.

No hagas nada. Estate aquí sin más.

Sea lo que sea lo que te depara este momento, experiméntalo sin más, tal cual es.

La consciencia está entera y completa. Siempre está aquí y todo tiene cabida en ella. Puedes hablar, moverte, incluso leer, como estás haciendo ahora mismo. Todo esto está pasando dentro de la consciencia.

Nuestro amor y nuestra compasión naturales

Esta presencia fluida no es un estado vacío, muerto. Está viva y profundamente implicada con el mundo.

Cuando estamos presentes sin más con lo que está pasando dentro y alrededor de nosotros, surge una sensación natural de amor y compasión. Como la consciencia, estas cualidades no son algo que tengamos que desarrollar o cultivar. Son cualidades permanentes de nuestra verdadera naturaleza.

Las semillas de la compasión están presentes en nuestro simplísimo deseo de evitar el dolor y la incomodidad. El amor está presente en el movimiento hacia la felicidad y la satisfacción. Experimentamos estos movimientos cada instante. Cuando cambiamos de postura o parpadeamos para evitar la incomodidad, expresamos compasión. Cuando disfrutamos de un sorbo de agua o respondemos a la sonrisa de un amigo, experimentamos amor.

El amor y la compasión están presentes cuando menos esperamos que estén. Están presentes incluso dentro de emociones dolorosas como el miedo y el enfado, pues estas reacciones tienen su origen en el impulso de evitar el dolor y la incomodidad, y de experimentar felicidad y bienestar. Estaban presentes en mis ataques de pánico. Yo no quería seguir sufriendo. Quería sentirme a salvo y seguro. Solo que no sabía dónde buscar. Pero lo que no veía era que el instinto de ser feliz y no sufrir siempre estuvo allí.

Haz una pausa y mira a ver si puedes sentir estas cualidades.

¿Sientes el impulso de alejarte de la incomodidad o de evitar lo desagradable? Nótalo.

Esa sensación es compasión.

¿Sientes el deseo de experimentar felicidad, satisfacción o, simplemente, de sentirte completo?

Reposa un momento y mira a ver qué notas.

Ese movimiento sutil hacia la felicidad es amor.

Cuando hayas terminado de leer esto y sigas con tu día, nota estas cualidades también en otras personas. Son como los rayos del sol. Siempre que esté presente la consciencia, están también presentes el amor y la compasión.

Nuestra sabiduría innata

Otra cualidad esencial de nuestra naturaleza búdica es la sabiduría. Todos y cada uno de nosotros tenemos una comprensión profunda. Puede que no siempre nos demos cuenta, pero está allí.

Todos buscamos desesperadamente algo. No siempre sabemos qué es, pero sentimos que falta algo. Así que seguimos busca que te busca.

La sabiduría es la inseparable compañera de toda esta incesante búsqueda. En algún lugar profundo, sabemos cuándo estamos buscando en el sitio adecuado. Y cuando estamos cayendo en un viejo hábito, sabemos cuándo nos hemos desviado. No siempre hacemos caso a esa voz, pero está allí. Somos como un pájaro que vuela de árbol en árbol en busca de su nido.  Sabemos que estamos en casa cuando lo encontramos, y mientras no estemos allí, sabemos seguir buscando.

Cuando empezamos a ser en lugar de hacer, empezamos a tener esa sensación de estar por fin en casa. Podemos abandonar la búsqueda y relajarnos. Cuando esto sucede, no hace falta que nadie nos lo diga. Ese saber intuitivo es la sabiduría. Cada pensamiento, cada emoción y cada impulso está enraizado en esa sabiduría. Solo tenemos que reconocerla.

Ser la naturaleza búdica

Si la consciencia, la compasión y la sabiduría fueran cualidades que pudiéramos alcanzar o desarrollar, tendría todo el sentido del mundo hacer algo para cultivarlas. Pero no tenemos que cultivarlas porque son parte de nuestra naturaleza básica. Ya las tenemos.

Cualquier intento de cambiar, arreglar o mejorar lo que está pasando en el momento presente refuerza la antigua creencia de que nos falta algo. Por otra parte, si no hacemos nada, estamos justo donde empezamos. Nada va a cambiar.

La clave de esta paradoja es el reconocimiento. La naturaleza búdica no es algo que hacemos, sino algo que tenemos que reconocer.

Una forma sencilla de explorar esto en tu práctica de la meditación es hacer una pausa de vez en cuando para simplemente ser. Si sueles centrar tu meditación en la respiración, deja la meditación de vez en cuando y sé, sin más. No controles tu atención de ninguna forma. La atención es como una brisa; la consciencia es como el cielo. No tienes que calmar la mente. La consciencia ya está en calma.

Se puede no hacer caso de los pensamientos o sensaciones que surjan. No hay una sola experiencia que pueda interferir en la consciencia. Deja que estén todas allí sin más y nota que la consciencia también está siempre allí. Si eres consciente de tu consciencia, eso es suficiente.

Esto parecerá raro al principio. Puede ser incluso inquietante y, casi con seguridad, experimentarás el residuo del impulso de hacer. Es normal. A medida que aumente tu familiaridad con esta cualidad de ser, empezarás a ver que la compasión y la sabiduría están aquí mismo. Te darás cuenta de que nunca serás más perfecto de lo que eres ahora mismo, en este mismo instante.

 

Texto original en inglés: Buddhanature: You’re Perfect As You Are, publicado en Lion’s Roar el 8 de noviembre de 2019.

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Cómo relacionarnos con la ansiedad por el cambio climático || Ari Goldfield

«Sé dichoso aun habiendo tenido en cuenta todos los datos». Wendell Berry

 

La semana pasada, millones de personas marchamos a favor de salvarnos de la destrucción de nuestro medio ambiente. Nuestros amor y sabiduría humanos colectivos están despertando, y después de todo el daño que hemos hecho a nuestro planeta, este cambio tiene visos de ser realmente maravilloso.

Aun así, personalmente, a veces siento muy lejanas las palabras de Wendell Berry. La semana pasada, cuando leí que, en los últimos cincuenta años, la población de aves de Norteamérica ha disminuido en tres mil millones de ejemplares, sentí que era una pérdida de magnitud inconcebible. Y unos días antes, cuando la administración de Trump anunció la reducción de las estrictas normas de California sobre emisiones de vehículos, lo primero que pensé fue: «Esto va a envenenar a mi hijo».

¿Cómo estás viviendo el cambio climático? ¿Crees que puedes afrontarlo? Me preocuparía si me dijeras que te altera tanto que está afectando a tu forma de vivir y funcionar en el mundo. Por ejemplo, no poder dormir o comer, sentir desesperación o desesperanza o estar tan nerviosa que te cuesta concentrarte en el trabajo o disfrutar de las amistades, la familia o de las actividades lúdicas, son indicios de que podrías padecer ansiedad y depresión.

La parte positiva es que puedes ayudarte a ti misma a salir de allí. Eso empieza entablando una relación con tu dolor como un estado mental. Una idea esencial de la psicología budista y de la occidental es que, cuanto más creamos que nuestro dolor existe como una realidad fija y objetiva ubicada en personas, situaciones y acontecimientos externos, más sufriremos.

Así, reconoce que aunque tu dolor surge de la interacción con acontecimientos externos y tus propias predisposiciones, en realidad está presente dentro de tu conciencia, no en la situación externa en sí. Dado que está dentro de ti, puedes relacionarte con él y es maleable. ¿Cómo? Cuando surja tu sufrimiento, identifícalo de una forma amorosa y amable. Dite con suavidad: «Siento ansiedad» o «me siento desesperanzada». Puedes incluso darle un nombre —al mío lo llamo «espanto sin nombre y sin rostro»; una cliente llamaba al suyo «el fantasma»—; sigue dando miedo, pero ahora es algo cercano en lugar de algo abrumador y general.

Y respira. Respira en amor y espacio para que tu espantoso fantasma sea sin más. Sabe que no es más que una parte de ti; que tu conciencia lo abarca, lo contiene y es más grande que él. Por tanto, no puede hacerte daño. Hay lugar para tu dolor y también para otros sentimientos.

Cuando más duele es cuando sentimos el dolor como algo tan grande que parece ocupar todo el espacio. Pero lo asombroso es que cuando eres consciente de este sensación de estar abrumada, es la consciencia la que está mostrando que en realidad ella es más grande que esa sensación. Y en ese minúsculo espacio que hay entre tu sensación y tu consciencia de la sensación puedes empezar a relajarte. Puedes incluso encontrar las semillas de la dicha, aun habiendo tenido en cuenta todos los datos.

Escribiré más sobre esto en entradas futuras, pero si quieres recibir ayuda con esto ahora, puedes ponerte en contacto conmigo o con otra u otro psicoterapeuta. Cuando sufres, necesitas ayuda y la mereces.

Texto original en inglés publicado en CredibleMind el 26.09.19:  How to Relate with Climate Change Anxiety.

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